Los pacientes oncológicos reciben frecuentemente analgésicos antiinflamatorios no esteroideos (AINES) y/o opiáceos. Respecto a los primeros debe tenerse en cuenta su capacidad ulcerogénica así como sus efectos sobre la coagulación. En cuanto a los opiáceos hay que valorar su capacidad de interacción a nivel de la biodisponibilidad de otros fármacos, mediante su acción a nivel del tránsito intestinal, así como su inhibición competitiva del metabolismo mediante el CYP2D6 (para la mayoría de los opiáceos).